La pérdida de audición y la fatiga auditiva

¿Alguna vez te has sentido agotado después de hablar con gente? Puede que sea necesario realizar una revisión de la audición.

En muchas ocasiones, la fatiga auditiva es una respuesta normal de nuestro sistema auditivo ante la escucha activa de sonidos durante largos períodos de tiempo. Para las personas con problemas auditivos, el reto adicional de intentar oír significa que el cansancio puede aparecer antes que en las personas con audición normal. De hecho, los episodios frecuentes o crecientes de fatiga auditiva son un síntoma de la pérdida de audición temprana. 

Cuanto la pérdida de audición aparece en nuestras vidas, el simple hecho de pensar en tener una conversación en un ambiente con ruido puede parecernos todo un desafío. En lo que muchas personas no han caído es que, una pérdida auditiva o hipoacusia obliga al cerebro a trabajar más de lo que debería y de lo que está acostumbrado, por lo que algo tan simple como hablar con un familiar o un amigo puede ser agotador.

Cuando tenemos que esforzarnos de forma constante, por seguir una conversación o ver la televisión, las actividades diarias se convierten más en una carga que en una atracción. 

En este artículo veremos la relación entre la pérdida de audición y el agotamiento y cómo podemos hacer frente a esta situación.

¿Qué es la fatiga auditiva?

Relacionada con la pérdida de audición, la fatiga auditiva es una condición causada por el aumento del esfuerzo utilizado para escuchar y comprender durante un prolongado tiempo. 

Algo tan simple como una conversación en un bar, puede desencadenar los síntomas. Existen muchas actividades que implican una escucha activa: asistir a reuniones familiares, ir a un bar o ver la televisión. Es necesaria la suficiente energía para oír con claridad y entender cada palabra cuando se sufre hipoacusia. 

En muchas ocasiones, tendemos a suplir la pérdida de audición haciendo cosas como:

– Concentrarse para poder oír y entender.

– Pedir a la gente que repita lo que ha dicho.

– Leer los labios (algo ya imposible con la mascarilla).

– Tratar de adivinar lo que han dicho. 

¿Por qué nos cansamos de escuchar?

Cuando no puedes oír bien, el cerebro tiene que trabajar más para procesar, interpretar y dar significado a los sonidos de nuestro entorno. Esto hace que el cerebro sea más lento a la hora de aplicar la información o de emplear el potencial cerebral en otras actividades. 

Después de un día entero esforzándonos por oír, no solo podemos sentirnos exhaustos mentalmente, sino también físicamente

Entre los signos más comunes de fatiga auditiva se incluyen:

– Aumento del estrés.

– Somnolencia.

– Dificultad para concentrarse.

– Reducción del rendimiento laboral.

– Cambios de humor.

Cómo afrontar la fatiga auditiva

Si crees que un familiar, o tu mismo, está experimentando fatiga auditiva, el primer paso debe ser consultar a un profesional de la audición

El especialista determinará gracias a las pruebas de audición si existe déficit auditivo y si este es el culpable.

En caso de estar sufriendo sordera, los audífonos pueden ser una de las mejores soluciones para combatirla. Estos dispositivos van a facilitar la audición de los sonidos y la comprensión del habla en diferentes entornos de escucha. 

Es posible reducir la energía que empleamos para entender a los demás y comunicarnos con ellos gracias a los audífonos. Además, muchos de los aparatos auditivos actuales incorporan ciertas características que ayudan a reducir el esfuerzo de escucha al disminuir el ruido de fondo y aclarar los sonidos que se quieren oír. 

Para reducir el estrés causado por una mala audición, los especialistas en audífonos y centros auditivos de audifono.es recomiendan escuchar música. En su último artículo hablan sobre las 10 canciones más relajantes del mundo. En el primer lugar de esta lista, se encuentra una canción realizada con el único objetivo de reducir el estrés. «Weightless» de Marconi Union, consiguió disminuir en un 65% la ansiedad general de los participantes, y una reducción del 35% en sus tasas de descanso fisiológico habituales.